ASTURIAS, LA TIERRA JAMÁS VENCIDA

El 8 de septiembre los asturianos celebran, en consonancia con la fiesta de Nuestra Señora de Covadonga, el día de Asturias. Esta tierra ha sido, ante la historia, un foco de rebelión constante contra invasores de todo tipo.

Los romanos comienzan su conquista de la Península Ibérica, a la que llamaban Hispania, en torno al año 218 a.C.

En menos de 100 años, hacia el 133 a.C, en lo que fue una lucha progresiva contra los pueblos autóctonos de la península, los romanos conquistan casi la totalidad de Hispania.

Pero en el extremo septentrional de la península, dos pueblos locales siguieron resistiendo a los romanos durante 100 años más: unos, los cántabros; los otros, los astures.

Estos últimos, cuyos orígenes se hallan a orillas del río Astura (actual Esla), estaban asentados en el territorio que hoy comprende Asturias, León, parte de Zamora, parte de Orense y Braganza, aunque las fronteras son difusas y es difícil situarlas con exactitud.


El caso es que la franja cantábrica, defendida por astures y cántabros, era infranqueable para Roma. Es lo que se conoce como guerras cántabras, que durarían hasta la victoria y conquista total de la franja norte por los romanos en el año 19 a. C.

El historiador romano Lucio Anneo Floro diría al respecto:
“Allí en el norte vivían dos pueblos muy poderosos, cántabros y astures, que no estaban sometidos a nuestro imperio”

Finalmente, fueron sometidos en el año 19 a. C por el emperador Augusto, tras años de lucha, guerra y resistencia. Esos primitivos pobladores fueron los que más tiempo resistieron al poder de Roma en Hispania. Y sus herederos aún darían mucho que hablar en la historia.

La segunda ocasión de renombre en la que los pobladores de Asturias resistieron al invasor fue en el siglo VIII, tras la invasión musulmana de la Península Ibérica.

Después de la caída del reino visigodo de Toledo, los musulmanes tardan apenas 10 años en conquistar casi la totalidad del reino godo.

Casi, de nuevo. Y es que, en el norte de la península, hubo focos de rebelión. Como les había ocurrido a los romanos 8 siglos atrás, los mahometanos se encontraron en la Cordillera Cantábrica un obstáculo: los pobladores de Asturias se resistían a ser dominados.

La rebelión la encabezaba Pelayo, un caudillo local cuyo origen es objeto de discusión. Para algunos historiadores, un visigodo huido tras la batalla de Guadalete y refugiado en Asturias. Para otros, un noble astur.

El caso es que Don Pelayo y sus huestes se batieron con los musulmanes en torno al año 722, en la conocida batalla de Covadonga, que concluyó con victoria asturiana y provocó que los musulmanes desistieran de conquistar ese territorio montañoso y casi inaccesible.

Algunos niegan que se tratase de una batalla como tal, y hablan más bien de una serie de escaramuzas propias de un territorio tan inhóspito para combatir como era el asturiano.


Los musulmanes, desistiendo, comentaron refiriéndose a Pelayo y sus gentes: "Treinta asnos salvajes, qué daño pueden hacernos".
Erraron, pues, al poco tiempo del combate en Covadonga, el gobernador moro de Asturias Munuza huyó de Gijón, muriendo poco después.
Nacía así el reino de Asturias, que posteriormente se proclamará heredero del viejo reino godo y anhelará su restauración.

Esta idea de restauración del orden visigodo —cuyo principal valedor fue el rey de Asturias Alfonso III, ya en el siglo IX — es lo que conocemos hoy como Reconquista: 800 años de lucha contra el Islam por restaurar, en el imaginario de los monarcas cristianos, el reino perdido.

Tras el traslado de la capital de Oviedo a León, el Reino de Asturias cambia su nombre a Reino de León, que nace tras la división que Alfonso III hace de Asturias en tres partes (Asturias, León y Galicia, un territorio para cada uno de sus tres hijos).

En 1388, el rey de Castilla Juan I concede a su hijo Enrique, que será Enrique III de Castilla, el título de Príncipe de Asturias, que desde entonces han ostentado todos los herederos a la Corona de España hasta nuestros días.

En un principio, al príncipe le pertenecía el Principado de Asturias como patrimonio, pero los Reyes Católicos lo convirtieron en una mero título para el heredero al trono, manteniéndose así hasta día de hoy.

Muchos siglos más tarde, concretamente en 1808, Napoleón invade España.
La situación es crítica: los reyes han cedido la Corona a Bonaparte y los españoles quedan bajo el poder francés. La supervivencia de España como nación está en peligro.

De modo que, ante la falta de Rey, los españoles comienzan a constituir Juntas independientes del dominio napoleónico. ¿Adivinan quiénes fueron los primeros? Descendían de los astures que pelearon contra Roma y de las huestes de Pelayo que vencieron a los musulmanes.


El 25 de mayo de 1808, la Junta Suprema del Principado de Asturias, en nombre de España y del rey Fernando VII, se proclama independiente del poder francés, convirtiéndose en la PRIMERA en declararle la guerra al "tirano de Europa".


El pueblo asturiano, siempre pionero en la lucha contra el invasor, se rebeló contra sus autoridades, que claudicaban ante el dominio gabacho, y proclamó su soberanía mediante una Junta Suprema.

El 6 de julio de 1808 llegó a Londres una delegación asturiana pidiendo armamento y ayuda al rey Jorge III para luchar contra el invasor. La causa de los asturianos, los primeros en declararle la guerra a Napoleón, llegó hasta el Parlamento inglés.

La delegación asturiana enviada a Inglaterra había partido desde Gijón. La lideraban dos hombres: José María Queipo de Llano, vizconde de Matarrosa y conde de Toreno, y el profesor de la Universidad de Oviedo Andrés Ángel de la Vega Infanzón.

Los asturianos formaron su Ejército, nombrando a Joaquín de Navia-Osorio capitán general, y diseñaron una bandera para sus tropas con la cruz de la Victoria, basada en un informe de Jovellanos. Prácticamente era idéntica a la actual, con alguna variación.

La Junta Suprema asturiana mandó como representantes de Asturias en la Junta Central a Jovellanos y al marqués de Camposagrado.

El capitán Joaquín de Navia Osorio expresó con respecto a la invasión francesa:

«Pasarán sobre mi cadáver, si no lo hiciesen pedazos; mas la posteridad sabrá que hubo un astur leal y bizarro que murió resistiendo solo en la invasión de este noble suelo».

Asturias y España, como es célebre, resistieron y expulsaron definitivamente al invasor en 1814, tras 6 años de cruenta guerra.


Aunque no fue una lucha contra un poder extranjero, sino contra el propio gobierno español, no podemos obviar la revolución de 1934 contra la Segunda República.

En octubre de ese año, una huelga general revolucionaria convocada por organizaciones socialistas desembocó en una intentona revolucionaria por hundir el sistema republicano.

Esta revolución, que llegó a poner en peligro a la Segunda República, se produjo tras la entrada de tres ministros de la CEDA, partido de derecha autoritaria, en el gobierno de la nación que entonces presidía el radical Lerroux.

La insurrección obrera fracasó tras la intervención del ejército de la República en Asturias. El golpe se saldó con centenares de muertos y miles de detenidos. Es considerado el preludio de la Guerra Civil, que estallará dos años después, en 1936.


Por cierto, al frente del ejército que sofocó el golpe de estado socialista en Asturias estaba un personaje que se convertiría, años más tarde, en un personaje decisivo de nuestra historia reciente: el general Franco.

Asturias, patria querida. Víctor Manuel te dedicó una canción que dice así: dos veces has tenido ocasión para jugarte la vida en una partida, y las dos te la jugaste".

No sé si dos, pues fueron más, pero que te la jugaste, seguro. Y es que Asturias, cuando lucha entre sus verdes prados y sus montañas, amparada por la Santina que hoy celebramos, es ejemplo de resistencia.

No en vano, en aquella bandera que los patriotas de Asturias diseñaron como estandarte en la lucha contra el francés aparecía, bajo la cruz de la Victoria, la siguiente inscripción:    
            
ASTURIAS XAMÁS VENCIDA




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