CUANDO LOS VENECIANOS CASI MATAN A QUEVEDO

A comienzos del siglo XVII, en la Monarquía Hispánica no se ponía el sol. Tras la muerte de Felipe II en 1598, su hijo Felipe III heredó un vasto imperio con dominios en América, Asia y Europa.

En aquel tiempo, el rey de España tenía posesiones en el sur de Italia. El origen de la presencia española en la península itálica se remonta varios siglos atrás, cuando Aragón incorporó Sicilia, Nápoles y Cerdeña a su Corona.

Y es que hacia 1618, año en que trascurre nuestra historia, Italia no representaba una unidad regida por un mismo monarca. La península itálica la conformaban diferentes estados, independientes los unos de los otros, y con intereses que en no pocas ocasiones confrontaban.
Un notoria rivalidad fue la que protagonizaron la República de Venecia y los dominios españoles del sur de Italia por la influencia en el Mediterráneo y en el Adriático.

Los venecianos, recelosos del auge de poderío español en Italia, llegaron a acusar a España de tramar una conspiración para invadir y conquistar Venecia. Es lo que se conoce como Conjura de Venecia, y es uno de los episodios más misteriosos y controvertidos de nuestra historia.

Según los venecianos, el entonces virrey español de Nápoles, el duque de Osuna, había contratado a un grupo de mercenarios franceses para sembrar el caos en la Serenísima y facilitar la conquista y anexión de Venecia por parte de España.

El complot supuestamente fracasó tras el chivatazo de un mercenario francés que traicionó la supuesta causa española. Demasiados supuestos y poca prueba, que sin embargo ocasionaron una brutal represión en la República.


Y es que, tras las sospechas de una inminente invasión de su territorio, las autoridades venecianas comenzaron a detener soldados, asaltaron las embajadas española y francesa y la enfurecida multitud inició una persecución contra diversos sospechosos.

Entre los sospechosos se encontraba Quevedo. Nuestro insigne literato tenía una gran relación con Osuna, quien le había nombrado su secretario.
Es decir, Quevedo era la mano derecha del virrey de Nápoles, acusado de urdir la supuesta conspiración española contra Venecia.

El poeta, que se encontraba en Venecia cuando iniciaron las represalias, se vio obligado a transitar las calles disfrazado de mendigo para no ser linchado por las turbas venecianas.
Aprovechando su cojera y su dominio del dialecto veneciano, Quevedo logró no ser identificado como español y salvar su vida huyendo de Venecia. Como se ve, don Francisco no sólo era ingenioso con la pluma.

La versión veneciana de los hechos no nos ofrece prueba alguna que involucre a España en la supuesta conjuración.
Lo más probable es que se tratase de un nuevo episodio de las numerosas intrigas entre corsarios y mercenarios extranjeros.

Los venecianos habrían tratado de responsabilizar a Osuna con el objetivo de dañar su reputación, pues el virrey de Nápoles les estaba arrebatando la hegemonía comercial en Italia. Y lo consiguieron.
Osuna, que siempre negó su implicación en conjura alguna, cayó en desgracia.

La Conjura de Venecia es uno de los episodios más misteriosos de nuestra historia. La supuesta implicación española en los hechos, nunca demostrada, sería utilizada por nuestros enemigos para escribir un nuevo capítulo de ese libro maldito sobre España llamado Leyenda Negra.


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