EL MISTERIOSO PASTOR DE LAS NAVAS DE TOLOSA

Cuentan las viejas crónicas de la Reconquista, concretamente una carta del rey Alfonso VIII de Castilla al Papa Inocencio III tras la victoria en las Navas de Tolosa, que en medio de la contienda vino a las tropas cristianas (castellanas, aragonesas y navarras) un humilde pastor.

Este hombre, de quien también escribiría el arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada, indicó a las huestes de Alfonso VIII un camino alternativo que les permitiese evitar el desfiladero al que se conducían y donde les esperaban las tropas musulmanas.

Y no sólo eso, sino que las indicaciones de este humilde aldeano permitió a los cristianos llegar, sin ser advertidos, al campamento almohade, consiguiendo derrotar a los sarracenos y logrando una victoria decisiva en la historia, no solo para España, sino para toda la Cristiandad.


Siglos más tarde, a este misterioso pastor comenzó a dotársele de personalidad. El primero en darle nombre fue, principios del s. XVI, Gonzalo Fernández de Oviedo, quien lo llamó Martín Alhaja.

Incluso, autores modernos afirman que Alfonso VIII de Castilla, tras visitar la tumba de San Isidro en la iglesia de San Andrés tras la batalla, reconoció en el santo al pastor que los había ayudado en la contienda.

Realidad o leyenda, la participación de este misterioso individuo fue decisiva en el devenir histórico de España. Sin él, y sin la victoria de las Navas, quizá hoy estaríamos hablando de otra cosa.


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