EL DÍA QUE EL DIABLO LLORÓ LA DERROTA DE LOS MUSULMANES

La batalla de Calatañazor es tildada de irreal por buena parte de historiadores desde hace siglos. En ella, supuestamente acaecida en 1002, el caudillo andalusí Almanzor, terror de los reinos cristianos, habría sido derrotado en la localidad soriana de Calatañazor por los ejércitos cristianos de Castilla, León y Navarra.

Sin embargo, la posible no existencia de esta batalla no hace menos interesantes las menciones que de ella se hace en las crónicas cristianas. De entre estas, destaca la del prelado leonés Lucas de Tuy, que se refiere a Calatañazor como una campaña desastrosa para los musulmanes, en la que moriría Almanzor y que provocaría la posterior disgregación del Califato de Córdoba en reinos de taifas.

Sin embargo, lo más curioso es la mención que el cronista hace de un extraño personaje que, una vez concluida la batalla, apareció en el campo de batalla lamentándose de la derrota mahometana. Se le describe como un pescador, y lloraba gritando en árabe y en romance: «En Calatañazor perdió Almanzor el tambor».

Para el cronista, este misterioso personaje era nada menos que el diablo, que se lamentaba de la caída de los musulmanes y del decisivo triunfo de los cristianos. En la Historia de España de Alfonso X, este espectro diabólico no se aparece en el campo de batalla, sino en Córdoba.

Las crónicas apuntan, además, que Almanzor, afectado por la derrota, se negó a comer y a beber el resto de sus días, muriendo poco después en Medinaceli. La historia silense dice:
"Almanzor fue muerto en la gran ciudad de Medinaceli, y el demonio que había habitado dentro de él en vida se lo llevó a los infiernos".
Otras fuentes apuntan a que Almanzor murió enfermo días después de la batalla. Sea como fuere, el caudillo musulmán murió en agosto de 1002.

Algunas crónicas afirman que, antes de expirar, pronunció lo siguiente: "Esta me parece la primera señal de la decadencia que aguarda al imperio".
Tal vez el misterioso personaje que lloraba tenía verdaderos motivos para lamentarse.