EL MISTERIOSO AUTOR DEL QUIJOTE APÓCRIFO

En 1605, Miguel de Cervantes publicó el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. A día de hoy, es la obra más editada y traducida de la historia, sólo por detrás de la Biblia. 
En 1614, aparece una nueva entrega del Quijote, pero no firmada por Cervantes, sino por un tal Alonso Fernández de Avellaneda, natural de la villa de Tordesillas. Y aquí comienza el misterio.

Esta obra, que pretendía hacerse pasar por la segunda parte del Quijote cervantino, ha sido, desde siempre, objeto de debate e investigación por parte de los cervantistas, sobre todo en lo que se refiere a la identidad de su autor.
Algunos apuntan, efectivamente, a que existió un tal Alonso Fernández de Zapata, cura de Avellaneda (Ávila) entre 1597 y 1616. Sin embargo, la mayoría coinciden en que Avellaneda es un seudónimo utilizado por un detractor de Cervantes para ocultar su verdadero nombre.

En el prólogo de este Quijote apócrifo, se ataca a Cervantes. Expertos en materia consideran que el prólogo y la novela fueron escritos por una persona distinta, y algunos han apuntado a Lope de Vega, enemigo acérrimo del manco de Lepanto, como autor del Quijote de Avellaneda. 

Pero son muchos los nombres que han salido, a lo largo del tiempo, a la palestra como sospechosos de ser Avellaneda. 
Pedro Liñán de Riaza, Bartolomé y Lupercio Leonardo de Argensola o Cristóbal Suárez de Figueroa son algunos de ellos.

Pero entre todos los sospechosos destaca Jerónimo de Pasamonte. Aragonés de origen, fue escritor y soldado, y combatió en la batalla de Lepanto al lado de Cervantes. 
Poco después fue hecho prisionero por los turcos, y tras 18 años de cautiverio fue puesto en libertad. Escribió sus memorias en "Vida", donde se atribuye comportamientos heroicos a la altura de Cervantes en Lepanto. 

Y aquí comienzan los indicios que podrían revelar la identidad de Avellaneda. Cervantes, al leer que su viejo camarada se vanagloriaba de hechos nunca ocurridos y tenía la osadía de compararse con él, decidió satirizarlo en la primera parte del Quijote, personificado en Ginés de Pasamonte.

Jerónimo de Pasamonte, al ver las similitudes entre el personaje cervantino y él, se sintió humillado, y habría querido tomar venganza escribiendo una segunda parte del Quijote replicando a Cervantes. 
Los estudiosos encuentran  aragonesismos en el Quijote de Avellaneda, lo que reforzaría la teoría de que tras la obra apócrifa se encuentra Pasamonte, que era de Aragón.

Cervantes, por su parte, publicó como respuesta al año siguiente la segunda parte (oficial) del Quijote. En esta continuación de su obra cumbre, Cervantes se burla del Quijote de Avellaneda. 
Muchos creen que el manco de Lepanto conocía la identidad de Avellaneda, pero prefirió no revelarla para no darle publicidad. 
Sin embargo, durante su segunda parte afirma que el autor es aragonés y hasta sugiere su nombre, Jerónimo. 

Sea o no Pasamonte, lo cierto es que Cervantes siempre sospechó que lo fue. Pero es un misterio que, si lo sabía, nuestro más célebre escritor se llevó a la tumba, ya que murió al año siguiente, en 1616.
Es el mayor misterio de la historia de la literatura española.

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