PUCHERAZO, CACIQUES Y LÁZAROS: CUANDO EN ESPAÑA VOTABAN LOS MUERTOS


En 1874, el pronunciamiento del general Martínez Campos puso fin a la Primera República, de efímera existencia. Apenas un año después de ser proclamada, los Borbones volvían a reinar en España tras los seis revueltos años del Sexenio Democrático.

Alfonso XII, hijo de la destronada Isabel II, fue proclamado rey de España ese mismo año de 1874. El nuevo monarca se enfrentaba a varios problemas pendientes en España, como la tercera guerra carlista o la insurrección en Cuba.
Pero no era problema menor la estabilidad política del país, que tuvo en seis años (1868-1874) un gobierno provisional, una monarquía (la de Amadeo I), una República y una dictadura (la de Serrano).

Por ello, la nueva monarquía se propuso construir un sistema político estable: el conocido sistema de la Restauración.
Éste se caracterizó por la alternancia en el poder de dos grandes partidos: el Conservador y el Liberal.
A este sistema se le conoce como turnismo, y tenía la finalidad de asegurar el orden político establecido y evitar crisis políticas que pusiesen en peligro a la Monarquía.
Sin embargo, esa estabilidad no era posible a cualquier precio.

Para asegurar el turnismo de los dos grandes partidos, el sistema recurría al fraude electoral, conocido en España como pucherazo debido a que las papeletas se guardaban en recipientes como pucheros y se añadían o no a las urnas según le convenía al sistema.
Además, los caciques de cada zona ejercían presión sobre el electorado, ofreciendo ciertos favores a cambio del voto al partido correspondiente. Era una especie de compra de votos que, teniendo en cuenta el poder que aún ejercían los caciques locales entonces, estaba a la orden del día.
Otro método de manipulación electoral eran los lázaros. Éstos eran trabajadores públicos que votaban en nombre de personas fallecidas, obteniendo el nombre de Lázaros en referencia al personaje bíblico que Jesús de Nazaret hace resucitar.

En 1907 se aprobó una nueva ley electoral con el objetivo de eliminar el pucherazo, aunque éste siguió existiendo de forma más o menos regular.
Una historia, la del fraude electoral, que llega hasta nuestros días y se mezcla con la actualidad más radiante. Aquí nadie ha inventado nada.

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