CUANDO LOS FRANCESES PROFANARON LA TUMBA DEL CID CAMPEADOR

El Cid no necesita presentación. Rodrigo Díaz de Vivar, mitificado por el Cantar de Mío Cid, es una de las figuras militares más reconocidas de la historia medieval española. A su muerte en Valencia en 1099, su esposa doña Ximena partió con el cadáver hacia Castilla, concretamente hacia el monasterio de San Pedro de Cardeña, fundado en el siglo IX a pocos kilómetros de Burgos.

Allí serían enterrados ambos, y en el siglo XIII Alfonso X el Sabio, rey de Castilla, mandó edificar un mausoleo dentro del monasterio en homenaje al héroe castellano y a su pareja. Tanto los Reyes Católicos como Carlos I, Felipe II y Felipe III peregrinaron a San Pedro de Cardeña.
Los restos del legendario héroe descansaron en el monasterio hasta que en 1808 su tumba fue profanada por las tropas francesas al tiempo de la Guerra de la Independencia Española. Los franceses llevaban una década saqueando tesoros en toda Europa, y España no iba a ser menos.

Joyas, espadas...Las tropas francesas llevaron a cabo durante la invasión de España un expolio significativo de nuestro patrimonio. En Cáceres demolieron el Monasterio de Yuste, lugar de retiro del rey Carlos I, y en Granada profanaron la tumba del Gran Capitán.
En San Isidoro de León profanaron todas las tumbas del panteón real, y en Burgos, como dijimos, saquearon la tumba del Cid y Doña Jimena, profanando sus restos y llevándose las reliquias para repartirlas por toda Europa.
En 1809, el general Thiebault, con la intención de ganarse al pueblo burgalés indignado con el expolio, inició los trámites para que los restos del Cid volviesen a su sepultura. Sólo algunos lograron ser devueltos, y fueron enterrados en un mausoleo construido para la ocasión en el Paseo del Espolón.

Tras la marcha de los franceses, las desamortizaciones provocaron que monasterios como el de San Pedro de Cardeña quedasen abandonados y en ruinas. Los restos del Cid que se conservaron tras el expolio francés fueron llevados a la capilla del Ayuntamiento de Burgos.
En 1921, los restos de Rodrigo Díaz de Vivar y los de doña Jimena fueron conducidos a la Catedral de Burgos, donde reposan desde entonces.

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