FELIPE II, EL DEMONIO DEL SUR

España, durante los siglos XVI y XVII, fue sin discusión la gran potencia europea y mundial. Su imperio en América y Asia y sus posesiones en Europa hacían de los monarcas españoles los más poderosos de su tiempo. Tras la abdicación en 1556 de Carlos I, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico como Carlos V, subió al trono su hijo Felipe, que reinaría como Felipe II. Su vastas posesiones territoriales hizo que se dijese que en su imperio nunca se ponía el sol.

No era para menos. Felipe II llegó a ser rey de España y las Indias, Portugal, los Algarves, Nápoles, Sicilia y Cerdeña; duque de Milán y de Borgoña, soberano de los Países Bajos y consorte de Inglaterra e Irlanda. Pero su inmenso poder le acarreó también innumerables enemigos.
La mayoría de sus enemigos los heredó su padre,  por lo que algo fundamental en su reinado fue la política exterior. Venció a Francia en San Quintín en 1557, a los turcos en Lepanto en 1571 y tuvo que hacer frente a las rebeliones en los Países Bajos, con hazañas tan renombradas como la de Empel en 1585.

Sin embargo, también fracasó en algunas empresas, como en el envío de la Grande y Felicísima Armada para invadir Inglaterra, aunque pudo vengarse poco después con la Contraarmada.
La enemistad de Felipe II y de la Monarquía Española con holandeses e ingleses (protestantes), turcos (musulmanes) y Francia (católica pero aliada de los herejes para debilitar a España) hizo que se crease en torno a él una Leyenda Negra cargada de tópicos y falsedades.

La Leyenda Negra española no se limitaba simplemente a lo que los españoles hacían en América, sino que iba más allá. Las guerras de religión, en las que España actuaba como la gran potencia católica, hizo que las potencias protestantes recurriesen a la propaganda.

Se afirmaba que los españoles no eran lo suficientemente cristianos, dada la presencia por largo de tiempo de musulmanes y judíos en la Península Ibérica. Se les presentaba paradójicamente también como fanáticos, crueles, atrasados y sanguinarios.

La Monarquía no se libró de los vituperios. Felipe II, temido por sus enemigos como faro del catolicismo y como soberano más poderoso del mundo, fue retratado por la Leyenda Negra como un fanático religioso cuyas aficiones eran quemar gente y desatar el terror en sus reinos.
La realidad es que Felipe II fue un hombre religioso, pero no un fanático como lo describían sus enemigos. Fue un tipo bastante obsesivo y meditaba mucho cada una de sus decisiones, de ahí que recibiera su sobrenombre de El Prudente.

Su carácter era serio, pero no despótico como la Leyenda Negra afirma. Su fe en Dios dotaba a su vida de una personalidad mesiánica, que le hacía creer que era un instrumento de Dios al servicio de la fe católica.
Buena parte de la Leyenda Negra contra el rey prudente proviene del aragonés Antonio Pérez, quien fuese secretario de Felipe II. Pérez traicionó al monarca y logró huir a Francia, desde donde comenzaría a despotricar de su país y a dar argumentos al resto de monarquías europeas para atacar a España.

Felipe II murió en 1598, y le sucedió su hijo Felipe III. El hombre al que sus enemigos llamaron El Demonio del Sur dejaba a su descendiente un imperio como nunca antes la humanidad había visto, un imperio donde nunca se ponía el sol.

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