¿POR QUÉ EXISTE INDEPENDENTISMO EN ESPAÑA?

Antes de tratar de comprender el porqué del auge de movimientos separatistas en España, debemos entender qué es el nacionalismo como ideología, de manera que comprendamos de dónde parten las reivindicaciones secesionistas.

El nacionalismo es una ideología surgida a finales del siglo XVIII que, en resumidas cuentas, sostiene que la nación (es decir, un conjunto de gente autodeterminada como tal por compartir una lengua, una cultura o una tradición) debe tener un Estado que la represente.
Esta idea, fundamentada en un sentimiento colectivo, propició que a lo largo del siglo XIX naciesen nuevos Estados destinados a dar representación política a naciones que hasta entonces habían permanecido divididas, como Alemania o Italia.

A su vez, el hecho de que, bajo el prisma nacionalista, cada nación deba gozar de soberanía, condujo a la independencia de naciones que se hallaban bajo el dominio de algún imperio, como el caso de Grecia respecto al Imperio Otomano.
La repercusión temprana del nacionalismo en España fue, sin embargo, de otra índole. En la Guerra de la Independencia contra los franceses, que había comenzado como una guerra dinástica, se empieza a fraguar la idea de soberanía de la nación española frente a un imperio invasor.

Sin embargo, el caso español es distinto del alemán y el italiano. España ya era a principios del siglo XIX un reino independiente, y la Península Ibérica permanecía unificada bajo la soberanía de un mismo rey desde hacía 3 siglos (a excepción de Portugal).
El nacionalismo afectó a España en ese período sobre todo en relación con América, donde surgieron movimientos nacionalistas que hicieron caer el imperio y propiciaron el nacimiento de nuevos estados independientes de la Monarquía Española.

Entonces, ¿de dónde proceden los separatismos regionales que tantos quebraderos de cabeza producen en la actualidad? Lo cierto es que no es una pregunta fácil de responder en pocas palabras, pero trataremos de aproximarnos de la forma más concisa y sencilla posible.

La unificación que en otros países se dio en forma de revolución nacional en el siglo XIX, se dio en España a finales del siglo XV en forma de unión dinástica. Es decir, las coronas y reinos de la Península Ibérica, a excepción de Portugal, pasaron a ser una única monarquía.
Y es que en aquel tiempo la soberanía residía en el Rey, no en el Estado ni en la nación, de modo que la independencia de un reino no dependía de su autonomía política sino de su rey.

En el siglo XVI, con Carlos I (V del Sacro Imperio) y Felipe II, las coronas y reinos surgidos en la Edad Media en la Península Ibérica quedaron incorporados a una Monarquía Imperial con posesiones a ambos lados del Atlántico. Es la llamada Monarquía Católica.

La organización política de la Monarquía de los Austrias era el llamado sistema polisinodial, un modelo descentralizado propio del Antiguo Régimen en el que determinados territorios tenían consejos con funciones de gobierno propias.

Sin embargo, existían en España consejos de ámbito competencial en todo el territorio del monarca, como el Consejo de Estado, el de Inquisición o el de Guerra.

La llegada de los Borbones y de los Decretos de Nueva Planta a partir de 1700 alterará este sistema político propio de la Monarquía Habsburgo, suprimiendo mayormente las competencias forales de algunos territorios  españoles dando lugar a una monarquía absoluta.

A finales del siglo XVIII y principios del XIX, España ya era un reino centralizado exceptuando las competencias forales de Navarra, que mantendría sus fueros hasta mediados de centuria.
La Guerra de la Independencia (1808-1814), como decíamos al principio, hace surgir la idea de España como nación moderna en la que reside la soberanía y a la que está sujeta el rey, y no al revés. Esto inicia en cierto modo el proceso por el que España se convierte en un Estado-nación.

La diferencia con otros estados es que el Estado-nación burgués español no necesita crearse desde cero, sino que le basta con tomar los territorios que antes eran patrimonio del monarca y traspasar su soberanía a la nación española.

A la par de las derrotas de los carlistas, que pretendían salvaguardar la constitución tradicional de las Españas (descentralizada y con soberanía del rey sobre el territorio), surgen a lo largo del siglo XIX movimientos y teorías de carácter regionalista, sobre todo en Cataluña y el País Vasco.

La idea moderna de nación, que en España ya era efectiva desde la transformación de la Monarquía Absoluta en el Estado-nación español, empieza a surgir en algunas áreas de la geografía española reivindicando el carácter propio y nacional de sus respectivas regiones.
De esta forma, y de manera muy simplificada, podemos afirmar que el nacionalismo catalán o vasco surge de forma tardía en el siglo XX como respuesta al Estado español y basando su existencia en la negación de España como nación.

La reivindicación de una lengua propia o de unas instituciones históricas desde la Edad Media que quedaron atrapadas en un Estado (el español) de una nación inventada (España) es la base de la que parten la mayoría de separatismos que surgieron en aquel tiempo y que llegan a la actualidad.
Sería demasiado extenso detenernos en cada caso, ya que cada uno tiene unos orígenes y unas motivaciones, así que creo oportuno dejarlo para otra publicación venidera.

No obstante, podemos concluir diciendo motivaciones del separatismo catalán y vasco (también gallego u otro) parten de la idea de que España como Monarquía nunca existió, de modo que el Estado español es una creación castellana que subyuga a otras naciones peninsulares.

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