SANTIAGO MATAMOROS, EL GRAN ENEMIGO DEL ISLAM

Según la tradición, Santiago el Mayor, discípulo de Jesús de Nazaret, habría predicado en Hispania. Tras su estancia en la península ibérica, habría vuelto a Jerusalén, donde fue decapitado en el año 44 a manos de Herodes Agripa I.

Los restos del apóstol de Jesús habrían sido llevados por sus discípulos Atanasio y Teodoro (insisto, según la tradición) en una legendaria barca desde Judea hasta Hispania. Concretamente hasta Iria Flavia, en Galicia, donde Santiago sería supultado.

Muchos siglos más tarde, en tiempos de Alfonso II de Asturias (siglo IX), un ermitaño cristiano dio el aviso al obispo de Iria Flavia Teodomiro de que había visto unas luces brillando en un monte deshabitado. Allí encontraron la sepultura de un hombre decapitado.

La leyenda de que Santiago el Mayor había predicado y sido enterrado en España corría por la península desde hacía más de un siglo, y la tumba no dejó dudas a quienes la hallaron: era la del Apóstol.
El rey ordenó construir una iglesia encima del cementerio, origen de la Catedral de Santiago de Compostela.
Hipótesis más recientes sugieren que los restos que se hallan en Santiago no son realmente del Apóstol, sino del obispo hispano Prisciliano, decapitado en el siglo IV.
En cualquier caso, el hallazgo del sepulcro del discípulo de Cristo convirtió a Compostela en el tercer núcleo de peregrinación cristiana medieval, tras Roma y Jerusalén, creándose el Camino de Santiago, que trajo grandes beneficios para la monarquía asturiana.

A partir del siglo XII, las crónicas medievales narran la aparición del apóstol, a caballo y espada en mano, en auxilio de los cristianos españoles en su lucha contra los musulmanes. La primera gran aparición de Santiago habría tenido lugar en la batalla de Clavijo.
La batalla de Clavijo, según la leyenda, habría enfrentado en el año 844 en la localidad riojana a Ramiro I de Asturias con los sarracenos, que sometía al reino astur con el tributo de las cien doncellas. Al rey se le aparece Santiago Apóstol a caballo y le conduce a la victoria sobre el Islam.

Desde entonces, y según la leyenda (ya que las crónicas son bastante posteriores a los hechos narrados), los reyes de la Reconquista reconocieron a Santiago como Patrón de España y establecieron el Voto de Santiago, una ofrenda a Compostela por parte de las tierras reconquistadas.

En realidad, todos los historiadores niegan la existencia no sólo de la aparición del Apóstol sino de la propia de batalla de Clavijo, que se cree una mitificación de la segunda batalla de Albelda, que tuvo lugar durante el reinado de Ordoño I de Asturias.

La aparición de santos en auxilio de las tropas cristianas es constante en la Reconquista. San Isidro en las Navas, el propio Santiago en Clavijo, San Jorge en la batalla de Alcoraz o San Millán en la batalla de Simancas son algunos ejemplos.
Se dice, de hecho, que en las Navas de Tolosa fue pronunciado por primera vez aquello de ¡Santiago y cierra, España!, un grito de guerra y de invocación al apóstol que las tropas españolas pasarían a exclamar durante siglos antes de acometer contra el enemigo.

A principios del siglo XIII aparece en la Catedral de Santiago de Compostela la primera representación de Santiago a caballo, y a lo largo del siglo XVI toma fuerza la figura de Santiago Matamoros, defensor de la fe católica frente a turcos, herejes y paganos.

En 1630, el papa Urbano VIII declara al apóstol Santiago único patrón de España, contra el parecer de algunos que querían que Santa Teresa de Jesús se declarase copatrona.
Santiago Apóstol ha permanecido como Patrón de España desde entonces, incomodando en la actualidad a ciertos cargos eclesiásticos e incluso políticos, tal vez por no ser demasiado inclusivo con algunas minorías religiosas.
En estos tiempos en los que la tibieza se impone a la contundencia y la amenaza yihadista se cierne, una vez más, sobre Europa, sería oportuno invocar: Santiago Apóstol, patrón de España, ruega por nosotros.

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