TOMÁS DE ZUMALACÁRREGUI, LA MEJOR ESPADA DEL CARLISMO

La muerte de Fernando VII en 1833 desencadenó un conflicto sucesorio en España en forma de guerra civil. Por un lado, los partidarios de su hija Isabel; por otro, los partidarios de su hermano Carlos María Isidro. En torno a Isabel, representada por la reina María Cristina, su madre, como regente, se agruparon los liberales. Por otro lado, a las filas de Don Carlos se alistaron los sectores reaccionarios y tradicionalistas.


Uno de los carlistas más destacados de aquella guerra fue Tomás de Zumalacárregui, un militar vasco que, por sus méritos y capacidad, llegó a ser jefe del ejército rebelde. La vida del Tío Tomás, como le llamaban sus tropas, es la de un hombre ligado a la vida militar.
Comenzó Zumalacárregui su vida castrense en la Guerra de la Independencia, combatiendo a las tropas francesas de Napoleón. Participó en batallas como la de San Marcial y en sitios como el segundo de Zaragoza, y durante un tiempo se unió a la partida del guerrillero Gaspar de Jáuregui.

En la Guerra del Francés fue ascendido a teniente y en 1812 sería nombrado capitán. Al término de la guerra, sus acciones en episodios de relevancia para la causa patriota le valdrían ser condecorado. Acabada la contienda, permaneció en el Ejército.
Tras la vuelta de Fernando VII al trono en 1814, Zumalacárregui comenzó a significarse como monárquico tradicionalista, oponiéndose al liberalismo. En 1820, tras restablecer los liberales la Constitución de 1812, fue denunciado al nuevo gobierno por desafecto, siendo apartado del servicio activo.

La restauración del absolutismo en 1823 hizo que el viento volviese a soplar a favor de Zumalacárregui, que formó parte de una comisión militar para la represión de delitos políticos, y años después sería ascendido a Coronel. En 1832, sería nombrado gobernador militar del Ferrol.
En aquellos años Fernando VII, mediante la Pragmática Sanción, derogó la "Ley Sálica" que desde tiempos de Felipe V dificultaba que las mujeres accediesen al trono de España. Esto fue considerado un golpe de Estado por parte de los tradicionalistas agrupados en torno a don Carlos.

Zumalacárregui, perteneciente al partido que pronto se haría llamar carlista, fue destinado a Pamplona, donde vivió bajo vigilancia hasta la muerte de Fernando VII. Tras fallecer el monarca, consiguió escapar y se unió a los carlistas sublevados en los valles navarros.

A los pocos meses, los facciosos vascos y navarros le eligieron jefe, comenzando Zumalacárregui a organizar un ejército eficaz siguiendo su táctica guerrillera aprendida en la Guerra de la Independencia.
Para 1835, a pesar de que el ejército carlista contaba a priori con menos recursos y capacidad armamentística que el cristino, Zumalacárregui consigue que sus tropas controlen prácticamente la totalidad de Navarra y las Vascongadas.

Además, ese año firmó el Convenio Eliot, una iniciativa de embajadores británicos por la cual ambos bandos se comprometían a respetar a prisioneros y heridos y que supuso el reconocimiento internacional del ejército carlista.
Animado por sus éxitos, Carlos María Isidro le encarga a Zumalacárregui tomar Bilbao, a pesar de que el jefe militar de los carlistas no estaba de acuerdo y prefería tomar Vitoria. El sitio de Bilbao será el principio del fin de Zumalacárregui, que puso sitio a la capital vizcaína el 10 de junio de 1835.

El 15 de junio subió al balcón del Palacio Quintana para observar las operaciones, con la mala fortuna de ser alcanzado por una bala del enemigo, que hirió su pierna. A pesar de que según los médicos la herida no parecía grave, la situación de Zumalacárregui empeoró.
El Tío Tomás fue montado en un sillón y llevado a hombros por sus soldados hasta Cegama, con la intención de que fuese asistido en casa de su hermana por un curandero de confianza.

Cuando le extrajo el proyectil de la zona de la pierna, ya completamente infectada, dio Zumalacárregui su último respiro y murió en la mañana del 24 de junio. Fue enterrado esa misma tarde en la propia Cegama.
Su muerte lastró de forma significativa las posibilidades del carlismo de triunfar en aquella guerra. Tras el fallecimiento del general, sería nombrado jefe del Estado mayor Vicente González Moreno, que había sido capitán general del reino de Granada.

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