EL PUEBLO CONTRA SUS AUTORIDADES: EL MOTÍN DE ARANJUEZ

 

En marzo de 1808, reinaba en España Carlos IV y gobernaba Manuel Godoy, favorito del monarca. Fernando, príncipe de Asturias, estaba receloso del poder que Godoy había adquirido en la corte y conspiraba para derribar al valido y derrocar del trono al rey padre. Fernando ya lo había intentado unos meses antes, en el llamado Complot del Escorial, pero fue descubierto y reprendido. Sin embargo, a los ojos del pueblo, que detestaba a Godoy, la conjura de Fernando contra su padre fue bien vista, y la imagen del príncipe salió reforzada. 

Tras la firma del Tratado de Fontainebleau, Godoy acordó con Napoleón permitir el paso de tropas francesas por territorio español para que invadiesen Portugal, pero el valido se dio cuenta pronto de que el ejército napoleónico no estaba en España de paso.
Temeroso de que las tropas francesas ocupasen España, Godoy se apresuró a emprender un viaje hasta Aranjuez junto a la Familia Real, para después ir a Cádiz y desde allí partir a América. La cuestión era salvar a los monarcas ante una invasión cada vez más probable. 
Fernando y sus partidarios movieron hilos entonces para sorprender a sus padres, los reyes, y a Godoy en Aranjuez. El 18 de marzo, enterado el pueblo de la planificada huida de los reyes y Godoy a América, estalló un motín en el que la muchedumbre asaltó el palacio del valido.
Si bien dieron con sus familiares, a Manuel Godoy no lo encontraron los asaltantes porque consiguió esconderse en una habitación interior y más tarde en una buhardilla. A las 7 de la mañana, los reyes padres salieron a la ventana del palacio tratando de calmar a la gente. 

Carlos IV destituyó a Godoy con la intención de poner fin al motín de Aranjuez, y ese mismo día abdicó en favor de su hijo Fernando, que conseguía su ansiado objetivo. Todo invita a pensar que los sucesos de aquel día tenían poco de espontáneo y mucho de fernandino. 
Godoy salió de la buhardilla y la multitud entre insultos intentó asesinarlo, salvando por poco la vida y llevado prisionero al cuartel de la guardia de corps. La idea inicial era enviarle preso a la Alhambra, pero el pueblo se rebeló contra ese plan.

El nuevo monarca Fernando VII había conseguido su objetivo: aprovechó el desencanto popular para forzar la destitución y de paso la abdicación de su padre Carlos IV, abriéndole el camino para ser proclamado rey. Lo que él y su camarilla conspiradora tramaban se logró. 
Carlos IV pronto manifestaría que había sufrido un golpe de Estado y que su renuncia al trono había sido forzada. La disputa entre padre e hijo sería aprovechada por Napoleón para convocar a ambos fuera de España y arrebarles la Corona en las abdicaciones de Bayona. Pero esa es otra historia.




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