CUANDO PORTUGAL FUE PARTE DE LA MONARQUÍA ESPAÑOLA


El 6 de agosto de 1578 tuvo lugar en Marruecos la batalla de Alcazarquivir, también llamada batalla de los Tres Reyes, que enfrentó a fuerzas portuguesas y marroquíes. En ella murió sin descendencia el rey Sebastián I de Portugal, lo que dejó un vacío político en el país. El tío del rey Sebastián, el cardenal don Enrique, trató de suceder a su sobrino sin demasiado éxito, por lo que en Portugal aconteció una crisis dinástica en la que Antonio, prior de Crato e hijo ilegítimo de Luis de Avis (y por tanto nieto del rey Manuel I de Portugal) reclamó el trono.

Pero había alguien más que ansiaba ser monarca de Portugal: el rey Felipe II de España, que reclamaba el trono portugués en condición de hijo de Isabel de Portugal. Esto desencadenó un conflicto sucesorio en Portugal entre el rey de España y el prior de Crato.
El 20 de junio de 1580, el prior de Crato se autoproclamó rey portugués. Ese mismo mes, el rey Felipe II de España envió un ejército de 35.000 hombres al mando del veterano Duque de Alba y una potente flota a las órdenes de Álvaro de Bazán para ocupar militarmente Portugal.

Las tropas españolas entraron en el país por Elvas, y tomaron rumbo hacia Lisboa para tomar posesión de la corona portuguesa en nombre del rey Felipe II. Tras la toma de la capital lusa y la caída de Oporto, el prior de Crato trató de reinar desde las Azores.
Integradas la Portugal peninsular y Madeira en la Monarquía Española, Antonio estableció un gobierno en la Isla Terceira que se desmoronaría con la victoria española en la batalla homónima, yéndose al exilio y buscando apoyo en Francia e Inglaterra.

Felipe II fue proclamado rey con el nombre de Felipe I de Portugal, e intentó acercarse a la nobleza del reino, descontenta con la mala situación económica que atravesaba el país. Portugal mantuvo su moneda, leyes e independencia como reino integrado en la Monarquía Española.
Durante la unión ibérica, ésta llego a convertirse en el Imperio más extenso de su tiempo, pues reunió todas las posesiones españolas y portuguesas en una misma corona, lo que abarcaba desde las Indias de América hasta el extremo oriente en Asia pasando por África y la India.

Los portugueses descontentos con el hecho de que los monarcas españoles reinasen en Portugal propagaron la leyenda de que el rey Sebastián I realmente no había muerto y que un día de neblina retornaría para liberar a su pueblo de la presunta dominación extranjera.
Aparecieron de hecho numerosos impostores en aquellos años de reinado de la dinastía filipina que decían ser el rey Sebastián. A este interesante movimiento, entre político y místico, que creía esperanzada en el regreso del rey fallecido se le conoce como Sebastianismo. 

El reinado de los Habsburgo españoles en Portugal se prolongó hasta 1640, cuando un grupo de insurgentes que aclamaban al Duque de Braganza Juan como legítimo rey dieron un golpe de estado contra Felipe IV, iniciándose una guerra por el trono portugués.
La independencia portuguesa fue reconocida por España durante el reinado de Carlos II, tras la firma del Tratado de Lisboa en 1668 conjuntamente con Alfonso VI de Portugal, poniendo fin al reinado de los Austrias en el país luso. 




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