EL PAPA LUNA, EL ANTIPAPA ESPAÑOL

Pedro Martínez de Luna, más conocido como el Papa Luna, ejerció como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica entre 1394 y 1423. Pertenecía a una de las principales familias de Aragón, habiendo sus antepasados participado en batallas y emparentado con la casa real aragonesa.
Siguiendo las costumbres de la época, a Pedro, como segundo hijo varón, se le consagró a la vida religiosa. Estudió derecho canónico en la Universidad de Montpellier y allí destacó primero como alumno y más tarde como profesor. 
Fue nombrado cardenal por el papa Gregorio XI, con el que se trasladó a Roma, pues entonces la sede papal se había trasladado a Aviñón, en Francia. El papa había hecho en su juventud la promesa de que, en caso de algún día conseguir el pontificado, lo haría regresar a Roma.

Durante el viaje, el Sumo Pontífice falleció, lo que desencadenó un conflicto sucesorio que desembocó en el Cisma de Occidente. Tras la muerte de Gregorio XI, se reunió el cónclave para elegir un nuevo papa, pero faltaban algunos cardenales. 
Los romanos, temerosos que se eligiese un papa extranjero que no devolviese el pontificado a Roma, amenazaron a los cardenales con la muerte si no votaban a un italiano para ocupar la Santa Sede, de modo que fue nombrado papa precipitadamente el napolitano Urbano VI. 
Sin embargo, meses más tarde los cardenales franceses y el aragonés Pedro de Luna se reunieron cerca de Roma y declararon nula la elección de Urbano VI por considerar que se había producido mediante la amenaza y la coacción de los romanos. 

De esta forma, este grupo de cardenales entre los que se encontraba Luna declararon la sede vacante y nombraron nuevo papa a Roberto de Ginebra, que tomó el nombre de Clemente VII y se asentó en Aviñón, volviendo la Santa Sede a Francia. 
El napolitano Urbano VI se negó a abdicar y mantuvo su corte en Roma nombrando a sus propios cardenales, de modo que se produjo un cisma en la Iglesia Católica: unos fieles reconocían al papa de Roma y otros al papa de Aviñón como legítimo pontífice. 
Esto tuvo lugar en 1378 y se conoce como el Cisma de Occidente. Pedro de Luna, que había tomado partido por el papa de Aviñón, fue enviado como legado pontificio ante los reyes de Aragón, Castilla, Navarra y Portugal para lograr la obediencia de los reinos hispánicos.

A la muerte de Clemente VII, Pedro Martínez de Luna fue nombrado papa adoptando el nombre de Benedicto XIII. En Roma, mientras tanto, tras la muerte de Urbano VI se había elegido papa a Bonifacio IX. El Papa Luna tuvo un difícil pontificado en el que poco a poco perdió todos los apoyos. 
Benedicto XIII tan solo fue reconocido por Navarra, Aragón, Castilla y Escocia, y fue progresivamente perdiendo el apoyo de aquellos monarcas y cardenales que en un inicio le habían respaldado y reconocido como legítimo sucesor de San Pedro. 

En 1417 se elige a un nuevo papa, Martín V, para reunificar la Iglesia Católica y deponer a los otros pontífices existentes hasta la fecha. Sin embargo, el Papa Luna permaneció fiel a su convicción de que él era el único papa legítimo y se negó a renunciar. 
Esto le llevó a ser excomulgado y considerado hereje y antipapa por los oficialistas y los últimos cardenales que le habían apoyado hasta el momento. Cada vez más solo, y sin prácticamente ningún aliado, abandonó Aviñón en 1403 para vivir sin casi residencia fija hasta 1415.

Ese año fijó su residencia en Peñíscola, en el antiguo castillo templario, que se convirtió en un palacio de leyenda que bien merecería publicación aparte por sus reliquias, su biblioteca, sus obras de arte y su misterio. 
Benedicto XIII, el papa Luna, el antipapa para muchos, murió en el mencionado castillo en el año 1423 a la edad de 95 años. Tiempo después de su muerte se extendió sobre su figura un aura milagrosa. 
Como curiosidad, la expresión española "seguir en sus trece" tiene su origen en el Papa Luna, cuyo nombre de pontífice era Benedicto XIII, y se refiere a la negativa del aragonés a renunciar a su cargo a pesar de tener a todo y todos en su contra. 


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