EL FALANGISTA AL QUE FRANCO FUSILÓ

 

El Decreto de Unificación de 1937 supeditó el carlismo y el falangismo al poder único de Franco, fusionando ambos movimientos bajo las siglas de FET y de las JONS. Sin embargo, las rencillas y diferencias entre carlistas y falangistas no desaparecieron.

A principios de los años 40, la Falange y sus partidarios ocupaban una posición predominante en el estado franquista, siendo Serrano Suñer, cuñado de Franco y cercano al nacionalsindicalismo, el hombre más poderoso del régimen sólo por detrás del caudillo. 

Los generales monárquicos, los carlistas y la Iglesia Católica veían con preocupación la fascistización del régimen y el creciente poder de Serrano Suñer, partidario en aquel entonces de una Alemania de Hitler que parecía destinada a ganar la Segunda Guerra Mundial. 

Los incidentes violentos entre la Falange y los partidarios del carlismo eran habituales, llegando los carlistas a atentar contra el ministro de Trabajo, el falangista camisa vieja Girón de Velasco, el 2 de abril de 1942. 
También los falangistas se mostraron beligerantes contra los monárquicos, provocando disturbios en varias universidades del país, tanto contra carlistas como contra alfonsinos, partidarios del ya entonces pretendiente Juan de Borbón. 

Franco, preocupado por las crecientes disputas políticas dentro del régimen, cesaba a cargos importantes de una y otra facción con la intención de equilibrar y disminuir la influencia de ambas, pero sus esfuerzos fueron en vano y en el verano de 1942 la situación estaba muy descontrolada. 

A principios de agosto de ese año, a la salida de un funeral por los caídos carlistas en la Guerra Civil que se había celebrado en Bilbao, los requetés profirieron gritos contra la Falange. Considerando esto como una provocación, los falangistas prepararon una respuesta. 
El 15 de agosto se celebraría en Bilbao otra misa en honor de los carlistas caídos, a la que asistiría el general Varela, ministro del ejército y partidario del carlismo. En la víspera del día de Begoña, se reunió en Bilbao un grupo de falangistas, entre los que estaba Juan Domínguez. 

Domínguez era un joven sevillano, falangista de primera hora y miembro del SEU. Se cuenta que en 1933 viajó en bicicleta solo desde Sevilla hasta Madrid para asistir a un discurso de José Antonio Primo de Rivera. En aquel entonces trabajaba en el Servicio de Información.

Estando congregadas las milicias falangistas a la salida de la misa carlista, éstas increparon a los asistentes. Los tradicionalistas hicieron de igual forma contra los falangistas, gritando contra la Falange, contra el socialismo de estado y contra Franco, a la par que dando loas al rey. 
El ambiente se tensó hasta el punto de que Juan José Domínguez arrojó una granada de mano contra la multitud carlista, hiriendo a varias personas. De hecho, estuvo a punto de alcanzar a Varela, por lo que el acto fue interpretado como un atentado contra el ministro del ejército. 

El nacionalsindicalista sevillano fue detenido al igual que la mayoría de sus camaradas, y Franco convocó a los ministros y altos cargos falangistas para tratar el asunto. Varela llamó al caudillo para exponerle lo que había ocurrido. 
Tras deliberar, se condenó a muerte a Juan José Domínguez y a Hernando Calleja, aunque éste último se libró de ser fusilado por ser mutilado de guerra. Los falangistas relevantes en el régimen trataron de mover hilos para salvar a Domínguez, pero su suerte estaba echada. 

Hitler desde Alemania expresó su rechazo y comentó lo siguiente:
«Si la Guerra Civil estallara otra vez, no me extrañaría ver a los falangistas obligados a hacer causa común con los rojos para librarse de esa basura monárquicoclerical».

Domínguez fue fusilado el 1 de septiembre de 1942. Murió brazo en alto cantando el Cara al Sol, el himno de la Falange. Mientras el régimen de Franco le ejecutaba, Hitler le concedía ese mismo día la Cruz de la Orden del Águila Alemana. 

Tras los hechos, el todopoderoso Serrano Suñer fue destituido de todos sus cargos y varios falangistas como Narciso Perales o Dionisio Ridruejo dimitieron de sus puestos de responsabilidad en el régimen, comenzando el proceso de pérdida de peso de la Falange en el franquismo. 
Varela también dimitió como ministro, siendo Franco el gran vencedor de aquellas disputas, pues comenzó a rodearse de militares incondicionalmente leales al régimen y postergó a las facciones más radicales. El caudillo diría de Juan Domínguez: Debería condecorarle, pero le tengo que fusilar. 


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